Si hay dos tipos de anuncios que cada vez me resultan más nefastos son los de detergentes y los de compresas, básicamente porque son previsibles, repetitivos y se alimentan de estereotipos; los primeros por intentar cambiarlos con hombres satisfechos con el resultado de su colada y los segundos -los que nos ocupan- por ser cada vez menos representativos de las consumidoras a las que se dirigen.
Los comerciales de toallas sanitarias siguen un esquema que ha cambiado con el paso del tiempo. En los 80 las chicas -mejor mujeres- eran más o menos corrientes, iban en vaqueros, camisa y zapato plano. Vale que el estilismo se correspondía con las tendencias de la época pero raramente se mostraban primeros planos de culos o pubis. Eso si, eran muy técnicos, informativos -si, hubo un tiempo en que la publicidad además de vender, informaba-, por eso la he bautizado como la época de la compresa casta.
En los 90 el asunto empezó a despendolarse. Las actrices de la publicidad se sentían cada vez más libres -incluso sexys- en los días más incómodos del mes, se paseaban en ropa interior BLANCA por la habitación con ligereza como si no llevaran medio pañal entre las piernas porque si, hace dos décadas las compresas eran extraplanas pero no ultrafinas como ahora. Más jóvenes que sus antecesoras y con una imagen más noña que la de la señora hecha y derecha de la blusa abrochada hasta el cuello. La compresa evolucionada.
Esta también fue la época del boom de las alas y los tampones. Con la excusa, los publicistas propusieron a sus clientes chicas en braga, o mejor, en tanga -un poco más de carne-. Las chicas, cada vez más jóvenes, más delgadas, más altas, como hechas en serie ya no daban información concreta sobre el producto, sólo bailaban, saltaban, reían y se mostraban maravilladas de la vida. Vale, aceptamos que sabemos de sobra lo que es una compresa o un tampón pero a cambio de eso, ¿es necesario tragarse a un grupo de bobaliconas?, no. Pasó a ser la compresa sexy.
Evax cerró la década con anuncios minimalistas, con modelos sencillas, vanguardistas, en modo Zen. Más vestidas y por supuesto, de blanco. Cuando parecía que la cosa iba mejorando, las actrices sueltan la pregunta del millón: ¿A qué huelen las nubes?. Lejos de parecerse a algo onírico se convirtió en la pregunta bobalicona del año. Fue entonces cuando los chicos adolescentes se preguntaban a que olía la regla. Y ahora si, me niego a seguir recordando estupideces. La compresa tonta.
¿Y qué pasa ahora?. Las compresas siguen evolucionando: super-ultra-megafinas, odorcontrol a prueba de sabuesos, transpirables, con toallita, normal, super, maxi-alas, light, y un sin fin de características. ¿Las chicas? muy delgadas, robotizadas y muy vestidas, eso si, super atrevidas, tanto que hasta se abren de piernas sin pudor. Y no nos olvidemos de las compresas para pérdidas de orina, las publicitan tanto que si no las sufres te hacen parecer un perro verde. La compresa ficticia.
Y por último llegamos a la compresa machista. A estas alturas lo que puedo deducir es que la creatividad de la publicidad ha mejorado mucho, fascinante, en serio, pero su función comunicativa ha degenerado. Campañas que parecen ir dirigidas al público masculino, imagen de chica descerebrada que basa sus preocupaciones en tener o no la menstruación, enseñando cacho, marcando bocadillo -claro, lleva tampón- en lugar de sentirse más libre, hacer deporte de forma más cómoda o dejar de ponerse bragas de abuela. Por mucho que se empeñen señores fabricantes y explotadores de las hormonas femeninas, tener la regla no es una fiesta, es una putada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario