-¿Una película sobre comida?, ¿en serio?
-Que si, que si
-Algo así como ¿Chocolat?
-Bueno, no exactamente
-Pues ...¿como Agua para chocolate?
-Que no, que no, dejate de 'comos' y de chocolates. Tienes que verla.
Esto es lo que dejó una conversación en la que intentaba explicar de dónde sale una película como El festín de Babette. Si, de acuerdo, podemos decir que es un filme -como podemos intuir en su nombre- que habla de comida, también que es mejor verla con el estómago lleno y que a cualquier cocinillas se le llena el cuaderno de grandes ideas viéndola pero, ¿estaremos ante un nuevo género cinematográfico?. Igual piensan que veo demasiada tele -no tanta como me gustaría- y que algún que otro talent show me tiene absorta, pero no, Babette es diferente.
Una semana más entré a la sala con muy poca información sobre lo que iba a ver, a penas me dió tiempo a leer el argumento de camino al cine así que me esperaba lo que fuera.
-Oye, y esto ¿que se supone qué es?, ¿drama, comedia?
-Es inclasificable, eso pone aquí -señalando el panfleto-
Y en efecto, así fue, porque con Babette te encuentras de todo: costumbrismo, misterio, comedia; y no como un batiburrillo, no, sino como una carta repleta de ingredientes y platos fascinantes capaces de que comanda tras comanda te quedes con ganas de un poco más. Así es El festin de Babette, largometraje dirigido por el danés Gabriel Axel en 1987 y del que se remasterizarón varias copias con motivo de su aniversario.
El argumento transcurre en una aldea danesa en la que reina el costumbrismo del siglo XIX. Dos hermanas, ancianas y solteras, recuerdan entre labores de costura y panes de cerveza su cerrada juventud y una vida de renuncias a la sombra de su padre, un estricto pastor. La llegada de Babette a sus vidas, una francesa que huye de Paris en busca de escondite y un premio de loteria descubrirá a los aldeanos la magnificencia de la gastronomía francesa y la felicidad en las delicattessens elaboradas desde la libertad más creativa.
Axel ofrece una obra pura, sin más adornos que los que la protagonista ofrece en sus platos, y la rueda de la misma manera que la historia que representa: un escenario rural, casas humildes, invierno y costumbres vecinales. Sin más iluminación que la del frio danés y decorados de endebles paredes consigue llenar la pantalla de recogimiento y calor con personajes encantadores y humildes que descubren en el foie y la champagne una nueva forma de ver la vida, más relajada y abierta.
Y con estos ingredientes y todos los que ofrece la notable interprteación de todo el elenco Axel embelesa al público con una película que despierta los sentidos y nos deja un trozo de pan lleno de ternura en las hermanas huérfanas, mojado en la salsa adridulce de los clásicos vecinos y acompañado del tesón y la experiencia del mejor vino francés. Recomendada para amantes de lo culinario, sibaritas y nostálgicos.
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