Señoras, señores, los medios se mueren. Cuanto pesar, cuanta mierda se les ha echado encima, tanto abono que han terminado por reventar. Cada día tengo más claro que el estiercol disfrazado de político es garantía de putrefacción sea del color que sea la caca. Y es que las televisiones no necesitan guano para sobrevivir, lo que les urge son cabezas pensantes, mandos cocidos en información y no parásitos del partidismo. El martes conocíamos el inminente cierre de la RTVV y en la Comunitat nos quedamos tiesos por la sorpresa. Desde entonces las constantes mediáticas en las casas y las calles han sido las noticias sobre el cierre, las parodías, las burlas y el regocijo de algun@s.
En el hogar de la que les escribe no se veía Canal 9 desde hace ya tiempo, el suficiente como para asegurarles que pensábamos que María Abradelo seguía ocupando los plasmas con su tremebunda sonrisa. La abandonamos por cansina, aburrida, por tener a los ciudadanos como borregos que ni piensan ni opinan; por sentirnos ofendidos, por no ofrecer una programación competitiva, por el autopeloteo.
La masa mediática dejo de ser rentable y reventó salpicándonos a todos, con plantillas desbordadas de marionetas, despliegues desproporcionados de medios y directivos con ansias de poder. ¿Saben lo mal que huele todo eso?. Ni se lo imaginan. Servidora trabajó en un medio hace tiempo que se dedicaba a lo mismo que el difunto -aunque a menor escala- y les puedo asegurar que las paredes desprendían un hedor muy particular que no he vuelto a respirar en ningún sitio, ni siquiera en la sede de algún partido político. Yo sé lo que es llegar con una entrevista grabada, editarla, programarla y eliminarla después porque al director no le interesaba emitirla. Les aseguro que tirar el trabajo de una a la papelera sienta como un hostión en toda la cara.
En los últimos años he tenido la oportunidad de coincidir con algunos trabajadores de Canal 9 y si les digo la verdad llegué a envidiarlos. Siempre iban equipados, con sus portátiles, sus paragüas y trencas rojas, sus unidades móviles, sus turnos laborales. Mientras nosotros conducíamos una furgoneta sacada del desguace, un micrófono mugriento y ni un puto duro para gasolina. Pero, ¿realmente eran dichosos?. Puede que a corto plazo lo fueran pero el nivel de frustración debía ser alto.
En las últimas horas he leído comentarios de todo tipo, muy pocos de solidaridad, muchos de alegría y otros tantos de convencimiento. Y es que ahora resulta que para muchos los culpables de todo esto han sido los periodistas, los que han tragado carros y carretas, los que han tenido que escuchar insultos y burlas de algunos por llevar en la cámara la pegatina de la discordia valenciana. Lo que ya ha sido el colofón de todo el merdel del ciudadano sin criterio -porque si lo tuvieran no opinarían así- ha sido el de oir que todos los que la Generalitat dejó el martes sin trabajo se merecen el castigo por seguir las órdenes de la mano que les daba de comer. Opinar es gratis y como todo lo que nos dan de balde solo puede ser de dos maneras: una ganga aprovechable o una mierda pinchada en un palo. Juzguen ustedes mismos.
El otro día, en una de tantas conversaciones surgidas por el cierre de Canal 9 alguien comparó la situación del canal y los periodistas con la de los banqueros que vendían preferentes y sus correspondientes entidades. Muchos responsables de banca sabían lo que ofrecían a sus clientes, eran conscientes de que se estaban saltando toda norma deontológica y aún así engañaban porque era eso o verse de patitas en la calle. Algo similar les ha podido pasar a los periodistas de RTVV. Aún así me sigue pareciendo muchísimo más cruel jugar con los ahorros de personas honradas y humildes que con la opinión que los espectadores de un canal puedan formar en su cabeza a raiz de determinadas informaciones.
Una se siente pachucha porque esto es muy triste, también desmerecida, minusvalorada, dolida por comentarios de gente cercana y forzada a no dejar de expresar mi opinión -que paradoja-. Y lo peor de todo esto es que solo acaba de comenzar, ya andan estercolando el suelo de los estudios de Telemadrid y volveremos a taparnos la nariz, pero no la boca.
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