lunes, 16 de diciembre de 2013

La mejor oferta

Título original: La migliore oferta
Año: 2013
Duración: 131 minutos
País: Italia
Director: Giuseppe Tornatore
Guión: Giuseppe Tornatore
Música: Ennio Morricone
Fotografía: Fabio Zamarion
Producción: Paco Cinematográfica/Unicredit
Género: Thriller
Reparto: Geoffrey Rush, Donald Shutterland, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks
Valoración: *****
 
Las películas protagonizadas por maniáticos siempre juegan con ventaja. La manía del personaje genera curiosidad; normalmente es un tipo raro al que vamos descubriendo conforme pasan los minutos, el espectador se convierte en testigo único de sus secretos y, en el mejor de los casos, comienza a entender su situación.
Algo parecido ocurre con La migliore oferta



Virgil Oldman, un millonario vendedor de antigüedades, recibe el encargo de una misteriosa joven de vender las obras de arte heredadas de sus padres. La mujer sufre agorafobia, enfermedad que la mantiene aislada del resto del mundo. El trastorno de esta y la curiosidad del corredor por el extraño universo que la rodea  transformará totalmente el modus vivendi de Virgil y su concepto sobre el amor.


La mejor oferta es una fábula sobre lo verdad, la mentira, la soledad, lo material y las falsas apariencias. Giuseppe Tornatore dibuja el perfil de un ser tedioso, inmerso única y exclusivamente en su profesión, pulido en identificar falsificaciones; un personaje que vive rodeado de una opulencia artística conseguida a través del engaño. La vida de Virgil es una completa y absoluta mentira en la que no cabe la verdad. 



El director de Cinema Paradiso parte de la imitación artística para llevar esa actitud al resto de las situaciones que van sucediendo a lo largo del guión. El único amor de Virgil vive forrando las paredes de una habitación en la que cuelgan de sus paredes decenas de retratos femeninos de todas las épocas. 



Es precisamente en las entradas a ese bunquer donde Geoffrey Rush se introduce en lo más profundo del personaje con una fascinación tal que roza la obscenidad. Y no exagero si describo esas entradas a la habitación de oro como escenas lujuriosas en las que Virgil llega a ser un autentico proxeneta de la pintura y que las únicas relaciones sexuales que mantiene con el sexo femenino viven impregnadas en tela y oleo.


Si hay algo sobre lo que descansa el relato de Tornatore son las estancias en las que discurre. Por un lado asistimos como espias al tesoro de Virgil, su colección de arte y su soledad, un espacio en el que ni siquiera el eco puede manifestarse si no rebota contra los lienzos colocados minuciosamente sobre las paredes. Como comentaba más arriba es probablemente el momento más onanista que el coleccionista deja patente, superior incluso al que protagoniza en la cama con una mujer de carne y hueso.


 Sobre un guión lineal, tranquilo pero repleto de misterio y unas pizcas de suspense hitchcockiano que no despunta pero hace digna presencia, los personajes que rodean a Virgil vagan confundiendo al espectador con sus verdaderas intenciones para disparar discreta pero sagazmente en el desenlace de los hechos. 

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