Año: 2014
Duración: 1h 42 m
País: EE.UU
Director: Chris Buck, Jennifer Lee
Guión: Jennifer Lee
Producción: Walt Disney Pictures
Genero: Animación
Valoración: *****
Ir al cine con niños es una actividad muy saludable; y no lo digo porque se adueñen de chuches, palomitas y bebidas azucaradas que se ahorra nuestra dieta sino porque, de alguna forma, nos recuerdan que el cine dirigido al público infantil 'casi' siempre transmite unos valores que pueden proyectarse a la educación y charla posterior a la película. Cuando la factoría es Disney tenemos ciertas garantías con lo anterior. Y no sé ustedes, pero una cuando ve una del creador de Mickey Mousse siempre sale con una sonrisa en la cara y una dosis menos de esa mala leche que nos satura el devenir de la época que nos está tocando vivir.
Frozen está basada en el cuento de Hans Christian Andersen "La reina de las nieves" y es toda una garantía de taquilla en época navideña por la base de su narración y escenificación representados en postales nevadas. Dos hermanas, Anna y Elsa, viven en un reino condenado por una profecía a un invierno eterno. Anna se unirá a Kristoff para poner fin al frío e intentar salvar al reino de la destrucción. Del propio frío nace la moraleja o idea central del filme, de como los sentimientos entre humanos también pueden vivir congelados, encerrados en una nevera y como el calor de la bondad puede descongelar un corazón y el de todo un reino.
Como en toda película de Disney que se precie las partes musicales están bastante presentes; en esta me atrevería a afirmar que lo están más de la cuenta. Demasiados números para una narración con acción que podría haber prescindido de parte de ellos. En cuanto a los roles de los personajes, resulta curioso como, casi sin darnos cuenta, llegamos a los últimos minutos de la película sin apreciar malas intenciones. La factoría vuelve a hacer gala de su intención educativa con la moraleja de no fiarse de las buenas apariencias por muy guapas y gentiles que sean.
Si en Nemo teníamos a Dori, un pez sin memoria o en El Rey León a Timón y Pumba como los personajes amorosos que ponen el toque de humor al metraje, en Frozen podemos ver a Olaf, un muñeco de nieve creado por Elsa que irradia toda la felicidad que le falta a su alma matter, un cubito de hielo dicharachero y parlanchín de lo más abrazable. Y es que en las películas de animación, como ocurre en las ficciones con personajes de carne y hueso, los personajes secundarios siempre se quedan con un trocito de nuestro corazón. Olaf ya tiene una pizquita del mio y apuesto a que se convertirá en un objeto de merchadising muy rentable.
Recomendada para ver en familia, para adultos cansados de la cruda realidad y en general para todo el que quiera ser espectador de una película con más efectos entrañables que especiales.
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