Esta semana ha cambiado mi opinión sobre las películas que narran el movimiento o los hechos relacionados con el nazismo. Hasta el momento había podido ver buenos, no tan buenos, terriblemente dramáticos, incluso amables relatos en pantalla pero ninguno que ofreciera un punto de vista como el que se desarrolla en Hannah Arendt, cinta presente en la 58 semana Internacional de Cine de Valladolid y en la XII Mostra de Cinema d'Ontinyent.
Filósofa, escritora y profesora judía exiliada en los Estados Unidos, fue una mujer adelantada a su tiempo que consiguió hacerse enemigos en su propio bando tras la publicación de varios artículos y un posterior libro, -Un estudio sobre la banalidad del mal- sobre el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann.
El largometraje no solo es un retrato sobre la figura de Arendt, también nos transporta al pensamiento de la controvertida y valiente pensadora dispuesta a todo por sacar a la luz una visión particular en defensa de un genocida juzgado por asesinar a judíos en un campo de concentración.
Los temas relacionados con las barbaridades cometidas en el holocausto nazi son, además de complejas, muy densas. Y no me refiero con esto que su directora y guionista Margarethe Von Trotta haya cargado con un guión complicado de entender, sino con la difícil labor de introducir datos pesados y terriblemente trascendentes en un resumen de 113 minutos. Es quizás uno de los problemas que se encuentran en la película que, lejos de perder interés en su visionado, resulta en ciertos momentos costoso de asimilar.
Uno de sus puntos fuertes son los relacionados con el realismo que aporta; y no por ser un biopic sino por el desarrollo de la personalidad de la escritora en sus ambientes cotidianos, en su casa con su marido, sus amigos, el ambiente de trabajo que la absorvía, sus momentos de reflexión tirada en un diván, detalles que describen al personaje y a la persona que fue.
Tampoco conviene perder de vista el trabajo de fotografía, muy realista, nada forzado en dramatismo y una banda sonora casi inexistente, tanto que nos hace pensar que su ausencia se deba a un no enturbiar los pensamientos de la escritora, incluso los nuestros propios.
Un consejo para los que no la hayan visto aún es hacerlo en versión original para captar la esencia de la interpretación en inglés y alemán, el esfuerzo merece la pena.